A book written in Italy honors the life and work of Osvaldo Soriano

Osvaldo Soriano so far and so close

Entre tantos aspectos por los que uno ama la profesión periodística, uno es la aventura que a veces genera la posibilidad de viajar, de conocer otras ciudades, culturas, sociedades, personas. Y a propósito de Osvaldo Soriano, mi lejana relación personal, pero cercana en el afecto basado en mi admiración hacia él y su obra, tiene mucho que ver con todo esto, a una historia de hermosas casualidades que fueron apareciendo con el tiempo.

Descubrí a Soriano, como tanta gente de mi generación, que está llegando o ya llegó a los sesenta años, a través de sus brillantes columnas en la contratapa de Página 12, un diario que fue absolutamente innovador en los años ochenta, que se dio el lujo de poner un chiste en la misma tapa, o de aparecer en una edición todo de amarillo porque el entonces presidente Carlos Menem dijo que hacían amarillismo periodístico, o todo de blanco cuando el mismo Menem anunció el indulto a los militares asesinos de la dictadura 1976-1983.

Soriano lo tenía todo: una gran prosa, fina ironía, ideas desopilantes y una creatividad única. Y en esas contratapas de Página 12, en pleno advenimiento de la democracia, cuando éramos tan jóvenes como para ilusionarnos con una Argentina distinta, más inclusiva, con derechos para todos pero especialmente con Justicia. Osvaldo tenía una sección fija cuyo nombre era “Llamada Internacional”, y que consistía en que un corresponsal -que no la pasaba nada bien económicamente en un país que había heredado una deuda con el Fondo Monetario Internacional (FMI) siete veces superior (de 6.000 a 42.000 millones de dólares) como consecuencia de una dictadura que desapareció a 30.000 compatriotas y envió a morir a cientos de ellos (de mi generación) en una estúpida y desigual guerra por las Islas Malvinas ante las desenfrenadas tropas de Margareth Thatcher- intentaba venderle desde Buenos Aires, y a como diera lugar, cualquier información relevante a un editor francés que desconfiaba de él, con la misma idea de que exageraba los hechos para que tuvieran salida y publicación en su medio.

Soriano, en estos textos, estaba representado por un personaje que trataba de venderle noticias extrañas al editor francés apostado en la redacción de un medio llamado Creáse o no y que después, en 2007, al cumplirse los diez años de su muerte (el 29 de enero de 1997), dio lugar a la publicación de un libro denominado, justamente, Llamada Internacional en la que el notable periodista aparecía con su gato, que lo acompañaba siempre, en lo que se transformó en una imagen icónica.

Beyond that each article showed in a brush how the Argentines had accustomed us to normalize aberrant issues on a day -to -day basis, the spawning dialogues between the chronicler who no longer knows how to do so that whoever lives on the other side of the Atlantic OceanCertain "normal" parameters do not distrust its contents, do not believe that he is trying to deceive him and that what he tells him is true, and the distrustful editor, believing that everything was absurd but at the same time helped him sell more copies, it seemed like aPerfect combo.

Luego vinieron algunos libros geniales, algunos de cuyos textos llegaron al cine y ayudaron a popularizarlos, como No habrá más penas ni olvidos (para mí, la mejor). O Triste, solitario y final,Cuarteles de invierno o A sus plantas rendido un león –que era un desafío al establishment al rescatar una parte del himno argentino que ya no se usa en alusión a la independencia de España- pero siempre desde lejos, de la admiración de un lector y pretendido e incipiente colega que, además, se sentía doblemente atraído al saberlo culto y futbolero.

But for those things in the life we lead, of the adventure that means traveling as part of our work, the roads began to approach, miraculously.

Todo comenzó apenas tres años más tarde del comienzo de sus artículos en Página 12 cuando ni me imaginaba que durante el Mundial de 1990 iba a tener la suerte de poder encontrármelo cara a cara y dialogar con él –algo que también me ocurriría con otro de mis grandes admirados, aunque en el estadio Parque de los Príncipes de París durante el Mundial 1998, cuando di con el genial cantautor brasileño Chico Buarque de Hollanda en un partido entre Brasil y Chile- y no en cualquier ocasión sino una muy especial, como fue la de la final entre Alemania y Argentina en el Olímpico de Roma.

Ocurrió en el entretiempo, lejos de las palpitaciones de los minutos previos, cuando tocaron los himnos y Diego Maradona miró a la cámara de TV con esa bestial intuición que siempre tuvo, y focalizó la devolución de los insultos que recibía desde las tribunas.Observé esa final sentado al lado de Josep Carreras, uno de los “Tres Tenores” que habían sido invitados a un recital en las Termas de Caracalla –los acreditados pudimos observar el último ensayo, el día en el que Italia e Inglaterra jugaron por el tercer puesto-, y al terminar el primer tiempo notaba esa extraña frialdad que de manera insólita puede sentir un futbolero y argentino, que tiene a su selección disputando una final y que además, estaba empatada sin goles.

Con esa rara sensación me dirigí al centro de prensa para beber algo, pero en el fondo, para constatar con algunos de mis colegas si el loco era yo, por no sentir lo mismo que cuatro años antes ante el mismo rival y por la misma instancia en el estadio Azteca, y recuerdo más conceptos que personas convalidando mi situación, pero tengo siempre en claro algo: uno de los que me calmó sosteniendo que le pasaba lo mismo no era otro que Osvaldo Soriano que estaba allí, con un café en un vaso de plástico que sostenía mientras dialogaba con un grupo de periodistas.

After what was seen in the second half and an end as sad and lonely as the name of one of his books, over time I concluded that the most rescue of that final went through races and for having talked, and nothing less than football with theGreat Soriano.

Un libro escrito en Italia homenajea la vida y obra de Osvaldo Soriano

I stayed with the desire to tell me things about his dear San Lorenzo, his desire to be a footballer since his time in South Argentina, in Cipolletti, but it was not the time, although I intuit that somewhere I imagined a future reunion inAnother of the many coincidences of our professions, but unfortunately it did not happen personally again.

Y si utilizo estos términos, “en lo personal” es porque sí hubo otros hechos que me acercaron a Soriano. Uno de ellos fue gracias a la amistad que hice en su momento con un periodista de Il Manifesto, Alberto Picini, ya no recuerdo en cuál de tantos torneos que me tocó cubrir. Incluso, deduzco que pudo haber sido en algún partido en el Olímpico de Roma, al que pese a aquella triste derrota con un desangelado equipo argentino que no jugó a nada y que sólo corría, marcaba y protestaba al árbitro y que tuvo dos expulsados en aquella final de 1990, regresaba bastante seguido en ocasión de visitar a mis entrañables amigos y colegas, Carlo Liguori y Stefano Celestri.

The point is that in one of my many trips to Rome, among so many comilones, visits to museums and historical places, I wanted to visit Picini in the writing of Il Manifesto, a few blocks from the Piazza Spagna, and when entering that old building I found myself, by surprise, with a good amount of Soriano posters on the walls, and in some, posing with its ineffable cat. And it was there that I found out something very hard. They told me that the "fat", worshiped by the journalists of this medium, died of sadness ... of sadness for that Argentina that he tried to expose in those backups of "international call." Neither could he bear that irony of ridiculing what was happening and that was so normal for those who lived there and so crazy to the point of becoming incredible and even distrustful about the ridiculous for those who were far away, like that French editor. Could he die of sadness for a country, then? He could love it as much as to depress himself in that way, at the distance? Soriano became much more than a writer, a journalist of remarkable quality, a fine exhibitor of the facts. He added, for my admiration, an overflowing element, that of passion.

Pero quedaba un hecho más. La frutilla del postre. Para inicios de 2010 recibí un llamado con acento italiano. Se trataba de Lorenzo Garzella, quien junto a Filippo Macelloni había llegado a Buenos Aires para filmar una especie de falso documental, que él llamaba Mockumentary.

Con Garzella teníamos un conocido en común, Roberto Saoncella, quien trabajaba en la elaboración de videos con historias por temporada de los equipos italianos que lograban campeonatos para los medios gráficos deportivos, “El video de la Juve campeona”, o " el del Inter campeón de tal año”. Me pedía contactos en el medio futbolístico argentino para su película, a lo que accedí, para lo cual quedamos en encontrarnos en alguna confitería.

Y allí aparecieron misteriosamente las casualidades, una a una. La primera fue darnos cuenta, que en medio de la gigantesca capital argentina, estábamos alojados justo uno enfrente del otro, en la misma calle, en la misma cuadra del barrio de Palermo Chico, lo cual nos hizo reír y determinó que apenas diéramos pasos en dirección a nuestro encuentro en esa esquina tan frecuentada por ambos. Lo segundo fue la sorpresa mayúscula: el documental se basaba en un cuento de Osvaldo Soriano, El hijo de Buch Cassidy, lo cual despertó cada vez más interés de mi parte. Y lo tercero fue que el protagonista principal era un periodista que debía investigar un supuesto Mundial de 1942 en la Patagonia, que había reemplazado al que se suspendió por la Guerra Mundial.

After spending a amount of contacts and finding out about the idea that the directors had, I returned satisfied to my house, interested in seeing someday how that documentary had been left, when just hours later the phone sounded again and it was Garzella again, that IHe said that journalist who should be the protagonist of the documentary "is certainly you."

The proposal seemed ridiculous.What had to do with a written and radio journalist, with an action that required a ten -day filming with a working group in a bus for Patagonia?He had never acted or felt that it was mine, and if that were not enough, the end of the filming was just two days before a trip that he had to make in Europe.

But my wife was interesting to the idea.She thought it was a way to decontract myself, to destroy myself, and she encouraged me to at least go to a second encounter, to see what was happening, that she did not miss anything.Garzella made me cross home (thankfully I had not even walking tooVideo in a library.When she went down, she told me sharply "without a doubt, it's you, you have to accept."

The next day, I was already in my house in charge of costumes to try the clothes and I felt rare down the stairs like the advertising model, with my wife raising or lowering my thumb, next to the dressing room, about how I was staying the clothes.

Y me encontré viajando por la Patagonia, en una experiencia inolvidable en todos los sentidos, porque tuvieron que soportar mi escasa paciencia en cada repetición de actos prometiéndome que “ahora sí, esta será la última vez”, por ir conociendo más de cerca la trama del increíble documental que se llamó El Mundial Olvidado, por la convivencia que tuvo el grupo atravesando con el bus tantas ciudades, durmiendo en distintos hoteles y conociendo gente de la zona que, por cierto, en muchos casos, presa del mito, llegó a asegurar que algún familiar había presenciado aquella final de 1942 de la que poco y nada se sabía, pero que un genial Soriano imaginó para reemplazar aquel que debió jugarse en serio y que tenía a la Argentina reservada como sede, finalmente frustrada.

The luck of being a journalist and the adventure of travel and the knowledge of so many interesting and valuable people, I was approaching Soriano more than I ever imagined.And I will always appreciate it.