El filósofo francés Gilles Lipovetsky ha pasado esta semana por Madrid y Valladolid para participar en el Foro de la Cultura. El autor de ensayos como 'Gustar y emocionar' o 'La estetización del mundo' o el célebre 'La era del vacío' habla en esta entrevista sobre los modos de consumo tras la pandemia y la necesidad de cambiar los modelos de producción ante un incremento del hiperindividualismo consumidor ,que entra en contradicción con la limitación y escasez de los recursos.
PREGUNTA. ¿La pandemia o pospandemia nos ha traído nuevas formas de consumo? Tenemos las plataformas audiovisuales, el comercio electrónico y empresas beneficiadas de todo esto.
RESPUESTA. No, es todo igual. La pandemia no ha revolucionado la cultura de consumo sino que acentuó las tendencias que ya existían. Las que acabas de evocar, la compra 'online'… Con el confinamiento la gente empezó a comprar a través de Amazon, a pedir comidas a los restaurantes, a ver Netflix, pero no fue la pandemia la que creó esto, sino la digitalización del mundo que existía ya de antes. Lo que hizo la crisis fue desarrollarlo y creo que esto va a continuar. Lo que va a hacer la pandemia es transformar la relación con el trabajo más que el consumo. El trabajo sí porque las empresas entendieron que se podía trabajar en casa, lo cual es formidable porque se gana tiempo, se puede estar en casa con los niños, se puede trabajar de noche… Pero de cara a tu pregunta, en los primeros momentos de la pandemia los medios de comunicación hablaron de la idea del día después y que la crisis iba a cambiar por completo los hábitos de consumo. Los consumidores, de golpe, se habían vuelto inteligentes y distinguían entre lo esencial y lo no esencial. Es decir, la pandemia iba a revolucionar el consumo, lo cual yo no me creo para nada.
Lipovetsky: "La gente no va a dejar de comer carne ni de ir en coche para salvar el planeta" Marta García AllerP. ¿Por qué?
R. En cuanto se vayan todas las restricciones vamos a volver a ver todo repleto de gente, California, Las Vegas, los bares, los restaurantes porque la gente quiere salir. Es posible que cambie la frecuencia con la que la gente va a las salas de cine porque Netflix. Pero esto no es por la pandemia, sino porque la gente tiene ya una suscripción a Netflix. Por tanto, eso de pensar que el consumo va a tener menos prevalencia en la vida de la gente, no es así. Y se debe a tres razones. La primera es que el gusto por consumir ya no es un efecto de la publicidad y el márketing. La gente ya no ve un anuncio y compra. La pasión por consumir se fundamenta sobre todo en la Edad Moderna, es decir, en una sociedad que se secularizó. Las sociedades antiguas encontraban sentido en la relación con lo de arriba, se trataba de preparar la vida de después de la muerte. Pero con la Edad Moderna lo que quiere la gente es vivir mejor aquí abajo. No quiere decir que la gente se haya vuelto atea, la gente puede seguir creyendo, pero quiere vivir bien ahora mismo, y vivir cada vez mejor. Y ahí es donde está el problema. La Edad Moderna invirtió el eje, y la pasión por el consumo es una de las consecuencias de esto. La gente quiere un jardincito, viajar. Y sabemos que no tenemos más que una vida.
La segunda razón es que el capitalismo es global. Y durante muchas décadas todavía seguirá inyectando novedades porque esa es su naturaleza. Es la competencia y siempre hay que encontrar novedades. El capitalismo ha acentuado terriblemente la pasión por lo nuevo porque lo nuevo, como decía Freud, es un movimiento para el placer. La novedad te excita, es erótica. Un nuevo viaje, un nuevo coche, un nuevo peinado, un nuevo perfume, una nueva casa. Son pizquitas de felicidad y el capitalismo las lanza continuamente. Como digo en el libro (‘Gustar y emocionar’), el capitalismo es un seductor mundial que te seduce día y noche, ¡un nuevo viaje!, ¡un nuevo helado!, ¡un nuevo par de gafas! Y no hay alternativa. No digo para toda la eternidad, pero sí para los próximos siglos. Incluso en China hay un capitalismo terrible de lujo y materialismo.
"El capitalismo ha acentuado terriblemente la pasión por lo nuevo porque lo nuevo, como decía Freud, es un movimiento para el placer"
La tercera razón es que el consumo cumple una función muy importante en la vida cotidiana de hoy en día y es que nos consuela. Antes, cuando uno tenía problemas con su amante, con su chica… te ibas a la Iglesia a rezar. Ahora no, ahora te vas al psicoanalista, te vas de viaje o al peluquero. El consumo tiene una función terapéutica, es una forma de que se te bajen las frustraciones. Te da un ratito de felicidad. Por eso no veo cómo podemos cambiar esto.
P. ¿Saltando todo por los aires? Porque los recursos son limitados. No puede haber todo para todos.
R. Evidentemente este hiperindividualismo de consumo no es sostenible. Y entra en contradicción con las exigencias de lo colectivo. Y lo que dice el colectivo es la preservación del porvenir. La tendencia actual es que tenemos que bajar nuestros niveles de consumo. Ahí está Greta Thunberg que dice que no hay que coger aviones, que no hay que comprar todo a la última moda. El avión se ha convertido en el diablo. ¡Iberia es peor que el diablo de antaño! Ahora bien, fuera bromas, a nivel personal yo creo que hay que vivir con menos pulsiones consumistas. Yo estoy de acuerdo con eso, pero eso no es lo importante. Lo importante es ver la ilusión que vincula este pensamiento que se apoya en una ecología punitiva, un movimiento ecologista culpabilizador. Es esa tendencia que te dice que no está bien lo que haces, que estás cometiendo un error. Y yo creo que esta tendencia no tendrá efectos profundos en el comportamiento de la gente porque las pulsiones de felicidad son más fuertes que la exigencia moral. A ver, imaginemos una cosa imposible: que todo el mundo empiece a seguir un modo de vida sobrio. No iríamos en avión, no utilizaríamos tanto la calefacción, nos compraríamos menos pantalones o que fueran todos de segunda mano. Pues incluso aunque hiciéramos esto, no sería suficiente. Incluso una ética fuerte por parte de los consumidores no sería bastante.
El problema es macroscópico. Vivimos en un planeta con casi 10.000 millones de habitantes. ¿Cómo vamos a nutrir a toda la gente? Hay que construir casas, escuelas, llevar el agua.. En efecto, y con respecto a tu pregunta, hacen falta cambios en el consumo y para eso lo que tiene que cambiar, como dijo Marx, son los modelos de producción. Es decir, tienen que ser modelos de producción más ecológicos. Hay que invertir en ciencia e innovación para que tengamos fuentes de energías renovables. Este es el fondo de la cuestión. La solución no es dejar de coger el avión sino cambiar el sistema de producción de los aviones con el hidrógeno porque la gente va a querer seguir viajando. Y esto sí que lo podemos hacer. También hay que concienciar a los consumidores para que consuman menos carne y consuman productos ecológicos… Todo eso está bien, pero lo que realmente hacen falta son las nuevas fuentes de energía y la inversión de los Estados en eso. Lo que pasa es que hay muchos impedimentos políticos.
P. Usted lo ha dicho: "Las pulsiones de felicidad son más fuertes que la exigencia moral". ¿Por eso triunfan los discursos anti restricciones que obstaculizan todos estos cambios en los modelos de producción?
R. Sí, pero lo que intento decir es que hace falta un acercamiento realista a las cosas no utópico. Mira, por ejemplo, cuando Volkswagen hizo trampas con su motor diésel. Unos días más tarde la gente seguía comprando Volkswagen aunque hubieran hecho trampas. Es decir, el discurso moralizante solo llega a cierta parte del público, en un planeta donde somos miles de millones de habitantes. ¿Crees que los chinos lo escuchan? ¿O los africanos que solo cuentan con tres dólares al día para vivir? China es ahora mismo el país más contaminante del mundo. A ver, yo no quiero ser un predicador. Eso sería muy fácil y no me gusta nada, además. Hay líderes de la ecología que tienen unas decenas de coches en casa. Como decía Spinoza, hay que coger a los hombres tal y como son y no como los soñamos. Así que lo que pienso es que lo mejor es darle a la gente una nueva oferta que les permita ir hacia una mejor calidad de vida. Yo no estoy a favor de un consumo menor, sino que estoy a favor de consumir mejor. Es mejor para la salud, para la ecología. Pero para esto tiene que ser accesible y ahora mismo los productos ecológicos son tres veces más caros y la gente no puede comprarlos. Claro, mucho “hay que, hay que…”, pero es que ahora consumir menos es más caro.
P. El quid de la cuestión, dice, son los cambios en los modelos de producción. En este sentido, ¿hay una izquierda que se está equivocando con el discurso y está siendo aprovechado por una extrema derecha que no quiere cambios?
R. Desde luego. Dentro de la extrema derecha hay muchas ramificaciones, pero sí. Lo que hay que hacer es demostrar que la ciencia, la técnica, no es el diablo. Hay una corriente que viene de la filosofía de Heidegger que dice que la técnica es el diablo. Y que ha causado el aumento de la contaminación, de la temperatura del planeta y que eso es una catástrofe. Pero lo que yo digo es que lo que ha causado la catástrofe puede ser lo que nos puede salvar. Sé que es un razonamiento marxista y, aunque yo no lo soy, creo que Marx lleva razón. Sin la técnica no podemos encontrar soluciones globales. La inteligencia de los hombres es la que puede solucionar las crisis y no la moral. La moral hace que la gente recicle, ayude con la basura… Todas estas cosas que están bien pero que no van a solucionar el problema global. Ante todo, creo que la responsabilidad es política y económica.
"La moral hace que la gente recicle, ayude con la basura… Todas estas cosas que están bien, pero que no van a solucionar el problema global"
Las empresas tienen que cambiar sus prácticas. La industria del lujo, por ejemplo, tiene que cambiar sus prácticas, porque para qué sirve que yo sea responsable si las empresas siguen comportándose con unos niveles de consumismo horribles. Si el discurso punitivo tiene éxito será por una razón mayor y es que hacer esto (reciclar, comprar productos ecológicos etc) da un sentido a tu vida. La gente que se compromete y deja de comer carne, etc, lo que tiene es un sentimiento de ser un actor activo y no solo pasivo. Eso es lo que explica cierta parte del éxito, limitado eso sí, de esta corriente. De todas maneras, aunque a mí me parece que no resuelve nada, no es algo que esté mal.
P. No obstante, ¿usted percibe que ya hay cambios en esta dirección de la que habla, en la de los medios de producción, no solo por parte de consumidores sino de las políticas? ¿Se está implementando esta tendencia, pese a los obstáculos?
R. Es algo que ya está ahí, sí. Hay toda una corriente y una sensibilidad. La gente lo ve. Hay prácticas, movimientos. Por ejemplo, el hecho de compartir coche. Cosas de este tipo que son buenas y positivas. A nivel mundial vemos un progreso. Pero esto no es suficiente. Y no solo el consumidor tiene la culpa, hay tensiones políticas. Vete tú a decirle Putin que tal. Hay estrategias geopolíticas… Lo que hacer es dejar de moralizarlo todo porque la moral nunca fue lo que cambió el mundo. Hay otras fuerzas. Lo hemos visto en Francia con los chalecos amarillos. Durante ocho meses el movimiento no tenía nada que ver con la moral. Era gente que se sentía rechazada y eso no tiene nada que ver con la moral.
Esto ocurrió a raíz de que subió el precio de la gasolina, una decisión que puede ser buena para el planeta, pero no buena para ti y de ahí vinieron ocho meses de lucha. Hay que tener cierta prudencia. A título personal y como filósofo yo vivo de forma simple, pero este no es el tema. Hay que tener un pensamiento planetario. Y en esto entran fuerzas políticas, económicas y culturales. La política tiene que coger ya las riendas y combatir los movimientos conspiradores que pretenden diabolizar a las élites. Las élites no se pueden apartar porque si no, no tendremos ni motores eléctricos ni aviones de hidrógeno ni se cambiarán los modelos de producción. La élite científica. Así que mucho cuidado con el discurso que critica a las élites. Es el mismo discurso que está en contra de la vacuna. El hiper individualismo. Para mí el individualismo está bien, pero el hiperindividualismo plantea muchos problemas porque no podemos estar solos y con el yo, yo, yo, yo. Yo sí, pero también los demás son necesarios. Y también las élites son necesarias. Tenemos ahora un gran problema con el conspiracionismo porque no olvidemos que tampoco son analfabetos.