A raíz de las nutridas informaciones sobre la opa de Nutresa, me preguntaba el periodista de un reconocido medio internacional de información económica, cuántos impuestos podría dejarle este negocio a Colombia. La respuesta, con base en las normas vigentes, es que estas operaciones difícilmente ayudarían a sanear las finanzas del país.
Primero, porque, igual que en otras áreas de la tributación, existen múltiples exenciones y beneficios que reducen o eliminan las rentas gravables. Por ejemplo, no se gravan las de acciones inscritas en bolsa, cuando la operación individual no excede el 10% de las acciones en circulación de la sociedad. Además, si han sido poseídas más de dos años, aunque no estén en bolsa, sólo pagan 10% de impuestos sobre la ganancia, que se considera ocasional, pero existen mecanismos para reducirla, reconociendo en el costo fiscal los efectos de la inflación.
Este tratamiento tributario especial pretendía ser un estímulo en procura de la democratización accionaria en el país, pero en la práctica el efecto ha sido totalmente opuesto. Según un estudio de la Comisión Nacional de Valores sobre la situación existente el 31 de diciembre de 1987, a esa fecha el 0,2 por ciento de los accionistas poseía el 81 por ciento de las acciones, mientras el 99,8 por ciento restante tenía el 19 por ciento.
Informaciones divulgadas por la misma entidad en 1991, señalaban que mientras 2.280 accionistas eran dueños de cerca del 93 por ciento de las acciones, 743.365 poseían el restante 7 por ciento. Por sectores, en el financiero 2,48 por ciento de los accionistas poseía el 97,92 por ciento; En comercio 2,18 por ciento poseía el 95,49 por ciento, y en servicios públicos 1,26% poseía el 95,49 por ciento de las acciones. Todo lo cual demuestra que el estímulo tributario generó un impacto totalmente opuesto al pretendido con las medidas, además de un significativo sacrificio para el fisco. Tal vez por esa razón no se ha vuelto a tocar el tema de la concentración accionaria en nuestro país, ni se han realizado más estudios sobre el tema, como ocurría en el pasado.
Lo mismo sucede con la mayoría de los beneficios tributarios, creados con cualquier pretexto, pero sin resultados positivos para el estado. Generalmente se logran gabelas tributarias a través de lagartos y otros bichos que tienen ‘poder de convicción’ sobre los parlamentarios. Amén de las estrategias de los cada vez más temerarios expertos en ‘planeación tributaria’, que incorporan en sus modelos mecanismos instrumentados mediante Panamá o Pandora Papers, para dejar las ganancias fuera del país.
Algunos comentaristas económicos, sin embargo, insisten en que las causas del pobre recaudo de impuestos directos obedecen primordialmente a la baja tributación de las personas naturales. Pero no dicen que aquí la mayoría de los trabajadores gana menos de un salario mínimo.
HORACIO AYALA VELA Consultor privado