Diferenciar un auténtico compromiso ASG del ‘greenwashing’

El fuerte crecimiento en la demanda de inversión ASG (integración de los factores ambientales, sociales y de gobernanza en el proceso inversor) durante el pasado año, ha hecho que este tipo de inversión adquiera un significado más permanente a la hora de elegir un producto de inversión, como puede ser un fondo.

Pero no es fácil para el gestor identificar las compañías que se han comprometido realmente a ser sostenibles en su operativa diaria. En ocasiones, los compromisos se quedan en buenas palabras, sin que puedan presentarse resultados de progreso a lo largo del tiempo, en lo que se conoce como greenwashing, término inglés utilizado para referirse a aquellas compañías que se presentan como sostenibles y respetuosas con el medio ambiente y los derechos humanos, entre otros factores, pero que en realidad no lo son. ¿Cómo podemos identificar mejor el greenwashing y ayudar a reforzar el creciente sentido de responsabilidad respecto a los estándares ASG?

En un fallo histórico contra Royal Dutch Shell el 26 de mayo, por el conocido como caso Milieudefensie, un tribunal de Holanda estableció que la política climática global era de aplicación según la ley nacional holandesa. Shell debe reducir sus emisiones de CO2 de forma demostrable en un 45% para 2030 o se considerará que la compañía estará violando los derechos humanos.

Este fallo se produjo después de que Shell se comprometiera públicamente a operar de forma más respetuosa con el medio ambiente. Ya en 2018, comenzó a vincular el sueldo de los ejecutivos con la reducción de su huella de carbono. Más recientemente, presionada por partes interesadas y activistas, anunció sus planes para reducir las emisiones de carbono y alcanzar el cero neto para 2050. En este caso, por tanto, aunque se han contraído compromisos y se han tomado algunas medidas, ¿se puede afirmar que Shell ha estado practicando greenwashing?

La realidad es que, cuando se trata de greenwashing se pueden considerar muchos tonos de verde. Como otras empresas globales, Shell tiene estrategias de sostenibilidad que divulga públicamente. Pero, en esta nueva era del capitalismo de partes interesadas, las empresas no pueden simplemente comprometerse de palabra, es necesario mostrar su compromiso por la sostenibilidad con hechos. En este caso concreto, lo que podría penalizarse es la falta de claridad en la información y de urgencia en el establecimiento de plazos específicos para cumplir las acciones que se prometieron. El fallo de la corte holandesa demostró que solo decir que estás en el buen camino ya no es suficiente. Antes del caso Shell, el greenwashing parecía no importar lo suficiente como para solucionarlo. Pero el último año hemos visto una adopción masiva de los factores ASG (ambiental, social y de gobernanza) en todo el mundo. Los reguladores con la nueva normativa sobre la divulgación ASG, los grandes gestores de activos como BlackRock comprometiéndose públicamente con la ASG, y los mileniales (más naturalmente inclinados a abrazar todo lo sostenible) comenzaron a llegar a puestos directivos. Todo apunta a que será el liderazgo corporativo el que asuma la ASG y realmente incorpore riesgos y oportunidades materiales de ASG en sus negocios.

Así pues, ¿cómo identificar el greenwashing (literalmente lavado verde)? Son varias las características distintivas de las empresas que verdaderamente se esfuerzan en cumplir los criterios ASG. En estas compañías la ASG es estratégica, con junta directiva y alta dirección responsabilizándose de los riesgos y oportunidades materiales de la ASG. Son empresas en las que la ASG está integrada en la estrategia, el riesgo, la presentación de informes y la supervisión de la junta, adoptando un enfoque basado en datos, habilitado digitalmente.

Otra característica que indica el compromiso de la empresa es que el presupuesto asignado a ASG es rico en efectivo, asignándose a actividades que mejoren el modelo de negocio. Se nota asimismo el nivel de compromiso empresarial en que la ASG se incluye en la información financiera auditada, disponiendo de procesos para determinar los riesgos y oportunidades materiales de la ASG. Además, el compromiso ASG se hace específico, con las empresas explicando qué temas son más importantes y por qué y dónde se encuentran en la cadena de valor.

El tribunal holandés en el caso Shell fue el primero, pero no será el último en que los legisladores defiendan políticas globales y responsabilicen a las corporaciones por sus acciones. Este año, la Comisión de Valores y Bolsa de EEUU (SEC por sus siglas en inglés) aclaró cuáles son los riesgos relacionados con el clima y cómo están afectando a empresas e inversores. Creó también un grupo de trabajo sobre el clima y sobre la ASG para identificar la mala conducta relacionada con esta y tiene ahora autoridad para buscar recursos legales si las empresas etiquetan mal los fondos ASG y no mejoran sus divulgaciones.

Los reguladores continuarán presionando por el liderazgo corporativo, pero los legisladores no son el único grupo responsable de mantener a raya el lavado verde. Otros grupos pueden ayudar a limitar el greenwashing. Uno de ellos es el público, demandando que las empresas aclaren su historia y estrategia. Afortunadamente, la división entre instalaciones corporativas y consumidor ha dejado de existir con las redes sociales, que permiten un compromiso directo.

Por supuesto también los medios de comunicación. Cuando se trata de ASG, las empresas deben darse cuenta de que, si no ofrecen una historia clara y consistente, los medios de comunicación, así como la opinión pública, la escribirán por ellos. Y, por supuesto, los inversores, que están reasignando capital a empresas preparadas para el futuro. Bien por medio de la desinversión, con la exclusión, o bien a través de su compromiso como accionistas de las empresas sobre temas específicos.

En definitiva, siempre se parte de la calidad de la información producida por las empresas emisoras. Si es mala desde el principio, entonces la capacidad de influencia de cualquier grupo o parte interesada deja de tener sentido.

Paula Mercado es Directora de Análisis de VDOS