La historia de las impostoras que se hicieron pasar por Anastasia Romanov

Una mujer trata de suicidarse saltando desde el puente de Oberbaum en Berlín hasta el congelado río Spree. Es un frío 27 de febrero de 1920, acaba de comenzar esa década loca y brillante que será la de entreguerras. La mujer en concreto se llama Anna Anderson, aunque cuando un sargento de policía la rescate y la lleve a un hospital, (posteriormente a un psiquiátrico) la ingresarán con el nombre de 'Fräulein Unbekannt' (señorita desconocida en nuestro idioma). La historia de las impostoras que se hicieron pasar por Anastasia Romanov La historia de las impostoras que se hicieron pasar por Anastasia Romanov

Tiene heridas en el abdomen y la cabeza y habla con un extraño acento que algunos médicos califican como ruso. Pasa dos años en el psiquiátrico, y comienzan a circular peculiares rumores sobre ella. Al principio dicen que podría tratarse de Tatiana Romanov, la segunda hija del zar Nicolás, aunque los que la conocieron en vida aseguran que es demasiado bajita para ser Tatiana. Comienza entonces a forjarse una de las leyendas más famosas e impactantes del siglo XX: la leyenda de la supervivencia de Anastasia, cuarta hija de los zares de Rusia.

En 1920 una mujer trata de suicidarse en Berlín y es internada en un sanatorio. No sabe que llegará a ser mundialmente famosa

El zar Nicolás II, su esposa Alejandra y sus cinco hijos (Olga, Tatiana, María, Anastasia y el príncipe heredero Alekséi) fallecieron dos años antes, en 1918, en la tenebrosa casa Ipátiev o 'casa del propósito especial'. Habían sido trasladados a aquel lugar, en Ekaterimburgo, el 30 de abril de aquel año, y pasaron 78 días encerrados entre sus cuatro paredes. El zar había sido obligado a abdicar durante la Revolución de febrero del 17, pero aun así un año después tanto él como su familia fueron conducidos hasta Ekaterimburgo en calidad de prisioneros.

La casa del propósito especial

Instalados en la casa Ipátiev, a los Romanov se les permitía realizar un breve ejercicio diario en el jardín de la casa, que tenía una valla de madera alta y estaba cerrada, pero poco más. La familia pasaba mucho tiempo cosiendo, rezando y esperando alguna noticia que no parecía llegar. Olga, la hija mayor y más sensible, había adelgazado sobremanera debido al estrés del encierro. Alekséi, hemofílico, cojeaba debido a una caída. María tuvo un pequeño romance con uno de los guardias alojados en la planta baja. Ni siquiera se les permitía acercarse a las ventanas: Anastasia se asomó en una ocasión y una bala pasó rozando su mejilla. Algunos curiosos se acercaban a las inmediaciones de la casa a observar a la familia desterrada. A principios de julio el calor era abrasador y el mando de la guardia fue asumido por el revolucionario Yakov Yurovsky, miembro del alto rango del Soviet de los rurales.

La medianoche del 16 al 17 de julio de aquel año se despertó a la familia asegurando que serían evacuados de Ekaterimburgo. Se vistieron, tratando de espantar el sueño, y junto a tres de sus sirvientes fueron conducidos por un tramo de escalera hasta una pequeña habitación en el semisótano, donde el zarevich y la zarina se sentaron a esperar, mientras el resto se mantenía detrás. Y esperaron. Al cabo de un rato, Yurovsky llegó junto con un grupo de hombres armados y habló brevemente: el pueblo ruso había decidido condenarlos a muerte. Al zar Nicolás solo le dio tiempo a soltar un perplejo: "¿Qué?". El propio Yurovsky le disparó, y el resto del escuadrón abrió fuego.

Las hijas del zar habían cosido diamantes y joyas a sus vestidos, lo que provocó que actuaran como chalecos antibalas

La masacre, que debía haber durado 20 segundos, se prolongó durante media hora y fue un auténtico desastre. Las hijas del zar habían cosido diamantes y joyas a sus vestidos, lo que provocó que actuaran como chalecos antibalas. Fueron rematadas con disparos a quemarropa y golpes en la cabeza. En total fueron asesinadas 12 personas, y también el perro de Tatiana. Al día siguiente, Yurovski, temiendo los rumores, ordenó el traslado de los cadáveres y su destrucción con ácido y fuego. Nadie sabría del paradero de los cuerpos hasta la caída de la URSS, lo que nos lleva de nuevo al principio de esta historia.

Resurrección

El nombre de Anastasia significa 'Resurrección' en griego. Pese a que Yurovski declaró que toda la familia imperial (incluyendo Anastasia) había sido ejecutada aquel día de julio, pronto comenzaron a surgir tímidas voces que decían ser testigos presenciales y que aseguraban que la hija pequeña de los zares había sobrevivido, e incluso que tanto ella como su hermano habían sido trasladados y puestos a salvo por algún guardia arrepentido. Parecía un pequeño resquicio de esperanza para todas esas familias nobles rusas, que habían huido de Rusia (principalmente a París) durante la revolución.

La historia de las impostoras que se hicieron pasar por Anastasia Romanov

Pronto, la historia de Anna Anderson comenzó a oírse en todos los rincones de Europa. La teoría de que era Tatiana se había desmontado, debido al escaso parecido que la 'señorita desconocida' guardaba con la que fue considerada la más bella de las hijas del zar. Pero ¿y si Anastasia estaba viva? Se decía que la joven realmente habría podido escapar de su aciago destino y 'resucitar', se habría enamorado de uno de los soldados presentes durante su cautiverio y que este la había ayudado a escapar. Se habrían casado, hasta que él había sido asesinado en las calles de Bucarest en Rumanía. Ella, rota de dolor, habría tratado de suicidarse en Berlín. ¿Por qué no recordaba el ruso y hablaba en alemán? Probablemente debido al trauma sufrido, aseguraban.

"Cualquiera retrocedería horrorizado ante la idea de que esa criatura espantosa pueda ser una de las hijas de nuestro zar"

Allegados de la familia real comenzaron a visitarla para comprobar si realmente se trataba de la hija del zar, que había sido conocida por su sentido del humor, sus travesuras y su fuerte carácter. Nadie se ponía de acuerdo. Algunos querían ver en esa mujer a Anastasia, otros, como el fascinante príncipe Felix Yusupov (autor de la matanza de Rasputín y marido de Irina, prima de las hijas del zar) señalarían: "Se trata solamente de una aventurera enferma de histeria y una actriz espantosa. No sé cómo alguien puede tener dudas. Cualquiera retrocedería horrorizado ante la idea de que esa criatura espantosa pueda ser una de las hijas de nuestro zar". Otros, sin embargo, sí aseguraban que se trataba de ella, como la hija de Evgeni Bótkin, médico de la familia.

Félix Yusupov: el extravagante príncipe ruso que mató a Rasputín
Ada Nuño

Los falsos Romanov

Había algunas razones de peso para creer que Anderson pudiera ser realmente la desaparecida Anastasia, pese a que el parecido físico tampoco era excesivo: no solo sufría de juanetes, como la gran Duquesa, sino que, pese al trauma, la información y el conocimiento que tenía de la familia Romanov eran impresionantes. Aseguraban que muchos detalles que contaba eran imposibles de conocer si no se habían vivido.

También hubo otros impostores: más de 23 personas alegaron ser Olga y un agente de la CIA aseguró ser el zarévich

Su existencia comenzó a ser un cuento edulcorado de Disney, que serviría como inspiración para la 'Anastasia' (1956) protagonizada por Ingrid Bergman y Yul Brynner: a su llegada a Estados Unidos la recibieron con el título de alteza y en su honor se celebraron bailes, y fue cuando comenzó a usar el nombre de Anna Anderson para escapar un poco de la fama que ella misma había creado. Se crearon chocolatinas e incluso cigarros de la marca 'Anastasia'. El cuento de hadas no había hecho más que empezar, y ella se preparaba para reclamar sus derechos dinásticos.

No fue la única. Otro ejemplo igual de trágico fue el de Nadezhda Vasílieva, que apareció en 1920 en Siberia cuando intentaba viajar a China. Arrestada por los bolcheviques, fue encarcelada en Moscú y Leningrado hasta que fue trasladada a un hospital de prisión en Kazán. Afirmó ser Anastasia hasta su fallecimiento en un manicomio en 1971, y según decían, excepto porque afirmaba ser la Gran Duquesa, estaba completamente sana. También la búlgara Eleonora Kruger, o Eugenia Smith, que incluso llegó a escribir un libro autobiográfico en el que aseguraba ser la hija pequeña del zar Nicolás.

Pero la más famosa fue Anderson. Su historia traspasó fronteras y fue tan celebrada que el Gran Duque de Hesse, tío de Anastasia, decidió contratar a un detective privado para que la desmontase. Este averiguó que la mujer que reclamaba el antiguo trono de Rusia era Franziska Schanzkowska, una mujer polaca con problemas mentales cuyas cicatrices provenían de una explosión en la fábrica donde había trabajado durante la Primera Guerra Mundial, hecho que probablemente también explicaba dichos problemas mentales. La información que manejaba sobre los zares se debía a que había coincidido con un militar ruso que los había conocido en vida.

La mujer que reclamaba el antiguo trono de Rusia era en realidad Franziska Schanzkowska, una mujer polaca con problemas mentales

En octubre de 1928 falleció la emperatriz María, madre de Nicolás II. En su entierro se reunieron 12 personas que conocían a los zares y firmaron un acuerdo que afirmaba que Anderson era una impostora, acusando a Bótkin (médico de la familia que apoyaba la historia) de que estaba usando a una mujer con problemas mentales para lucrarse.

La salud mental de Anna, mientras tanto, se deterioraba, comenzando su vida de cero en Estados Unidos: salía desnuda al tejado, sufría síndrome de Noé (acumulaba en casa decenas de animales) y se casó con un peculiar amigo de Bótkin 21 años más joven que ella; el historiador Jack Manahan, al que le divertía ser considerado "yerno del zar". Su sueño se cumplió, pues pronto comenzaron a ser conocidos como "los zares excéntricos de Charlotesville", mientras la paranoia de Andersen seguía en aumento: vivía obsesionada con que la KGB pretendía matarla.

Su salud mental fue deteriorándose. Salía desnuda al tejado, sufría síndrome de Noé y vivía obsesionada con que la KGB la perseguía

En ausencia de los cuerpos, otras personas aseguraban ser los hijos perdidos de los zares. Más de 23 personas alegaron ser Olga (la más famosa fue Marga Boodts), un agente de la CIA aseguró ser el zarévich y una mujer llamada Michelle Anches, que murió en extrañas circunstancias, dijo ser Tatiana en los años 20, exigiendo ver a su abuela para contarle cómo había escapado de la matanza, aunque tal encuentro jamás se produjo.

El descubrimiento de los cuerpos

El 12 de febrero de 1984 falleció Anna Anderson, y siguió afirmando hasta su muerte que era realmente Anastasia Romanov.

A principio de los años 90, los cuerpos del zar, su esposa y tres de sus hijas fueron exhumados en una fosa común. Supuestamente, se había encontrado diez años antes, pero no se había querido revelar la información hasta ese momento.

La iglesia ortodoxa sigue sin reconocer que los restos hallados muchos años después sean de la familia Romanov

Se declaró entonces que los restos respondían a Tatiana y Olga, aunque se albergaban dudas sobre el tercer cuerpo puesto que Anastasia y María eran muy cercanas en edad y complexión. Faltaban, por tanto, todavía los restos del zarévich y de una de las hijas de Nicolás II, ¿podía ser cierta la leyenda que todavía algunos seguían creyendo?

El análisis de los huesos no estuvo exento de polémica. Aunque una prueba de ADN que comparó los restos de Anna Anderson con un sobrino nieto de Franziska Schanzkowska confirmó el parentesco, algunos detractores siguieron afirmando que se trataba de un engaño fraudulento. Un equipo de antropólogos de Estados Unidos proponía que los huesos que faltaban eran los de Anastasia, el equipo forense ruso defendía que eran los de María.

Los rusos se levantaban contra una dinastía que durante 300 años los sumió en la oscuridad

En 2007, finalmente aparecieron los cuerpos que faltaban en otra fosa. Aunque fueron canonizados, la iglesia ortodoxa sigue sin reconocer que los restos hallados muchos años después sean de la familia Romanov, pese a que la seguridad de que sean ellos (según el comité de investigación) es del 99,9%.

Pese a todo, con la revelación del engaño de Anna Anderson y el descubrimiento de la fosa común, parece que el cuento de hadas de Anastasia se fundía en el olvido, como una leyenda de tiempos mejores que recorrió el siglo XX pero que, como su protagonista, no logró realmente sobrevivir. Atrás quedaba la ensoñación de una vuelta a los orígenes que había alimentado películas como la de Ingrid Bergman en plena guerra fría, o la posterior Anastasia de Fox. La historia de una pobre princesita perdida, amnésica y superviviente era infinitamente más atractiva, pero cada vez parecía alejarse más de la realidad.

La mayor de las hijas del zar tenía 22 años en el momento de su muerte, el más pequeño, tan solo 13. Los tendrán para siempre

Aunque algunos todavía optan por creer en los cuentos de hadas, parece que no hubo lugar para estos aquella noche calurosa en Ekaterimburgo, en la llamada casa del propósito especial. Con el asesinato de los zares, los rusos se levantaban contra una dinastía que durante 300 años los había sumido en la oscuridad y el hambre, vengándose de la descendencia de Nicolás II y evitando con ello justamente que alguien pudiera reclamar el trono en el futuro, como sucedió años antes durante la Revolución Francesa.

Rasputín ya lo había predicho un poco antes: cuando él se marchase de este mundo, a ellos no les quedaría mucho más tiempo de vida. Y así fue. A pesar de los falsos Romanov que aparecerían después, la mayor de las hijas del zar tenía 22 años en el momento de su muerte, el más pequeño, tan solo 13. Los tendrán para siempre. No encontraron, ni siquiera, sepultura.