¿Mentiroso compulsivo?
Schliemann fue diana recurrente de sus colegas, que le acusaban de mentiroso y aficionado. Cometió errores que destruyeron valiosas piezas, ya irrecuperables. Además, parece que la máscara es anterior a la guerra de Troya. Algunos académicos han cuestionado incluso su autenticidad.
Las diferencias estilísticas y fisonómicas respecto a las otras cinco máscaras encontradas, la descripción, “digna de orfebres modernos”, su descubrimiento solo tres días antes del fin de las prospecciones, los rumores de que Schliemann “encontraba” piezas que él mismo habría enterrado o su propensión al eco mediático son algunos de los argumentos que el estudioso William H. Calder esgrimió en la segunda mitad del pasado siglo para sembrar incertidumbre sobre la honestidad del hallazgo. Autores menos suspicaces, como David Traill, opinaron que la pieza pudo pertenecer a un enterramiento posterior: Schliemann la habría trasladado a la tumba V.
Estas teorías serían refutadas por expertos como Kenneth D. S. Lapatin, que como mucho admite que la máscara pudo ser “sobrerrestaurada”, o Katie Demakopoulou, exdirectora del Museo Nacional de Arqueología de Atenas, para quien la factura micénica de la pieza está fuera de duda.