Un año de pruebas

Es que aun considerando que eran comicios de características diferentes, sería necio negar que políticamente hubo un sentido contrapuesto entre los desenlaces del 12 de septiembre y del 14 de noviembre. Ese contraste tan notable, en gran medida, determinó cómo se mueve la maquinaria política desde entonces y cómo seguirá funcionando en 2022.

Una verdad inasible

Conviene aclarar desde el comienzo que nadie tiene una respuesta indiscutible –ni siquiera alguna aceptablemente sólida- al enigma del que hablamos. Tanto en la cancha en la que despliegan sus artes nuestros jugadores de la política como en las tribunas en las que nos amontonamos los espectadores, cada quien elige –de entre aquellos números y como quien se arma un sandwich a su gusto- los pedazos de realidad que más le ayudan a construirse una conclusión a medida. O, si el sujeto tiene ganas de amargarse un rato, aquellos otros que alimentan las peores perspectivas. La inasible verdad absoluta, seguramente, se esconde un poco en cada rincón.

De todos modos, el mundo de los humanos se las arregla bien con las verdades parciales, incluso cuando son lisa y llanamente mentiras totales. Y en el caso que nos ocupa, lo concreto es que las diferentes lecturas que permiten los procesos electorales de 2021 son las que desencadenaron un reacomodamiento de mapas tanto en el oficialismo como en la oposición. Son, también, los que les impiden a los principales líderes de cada fracción que la construcción de los caminos rumbo a 2023 sea totalmente libre. Porque si bien los números pueden ser interpretados de la manera en que uno desee, en esas ligas nadie es tan tonto como para ignorar que el destino a veces se tienta con las extravagancias.

La mayor influencia provino –como suele suceder en cualquier parcela de la vida- de las derrotas. Capitanich rediseñó su esquema de poder no en base a la victoria de noviembre sino desmenuzando bajo el microscopio lo vivido dos meses antes, cuando sus candidatos estuvieron diez puntos por debajo de los de Juntos por el Cambio. La coalición encabezada por la UCR, a su vez, se envalentonó y energizó con ese triunfo sorprendente pero ahora reacomoda las piezas en función del trauma de noviembre, cuando la carroza se le convirtió en calabaza, los corceles en ratones y los aplausos en facturas. Y aunque quienes rieron último rieron mejor, todos se descubrieron vulnerables y pasibles de volver a caer de cara sobre la tierra.

El acuerdo

Con esas vivencias a cuestas, el gobernador confirmó –y posiblemente amplió- los términos de un acuerdo con Gustavo Martínez que se dice que ya venía gestándose desde la confección de las listas de candidatos y que le pareció inevitable soldar cuando el barco común comenzaba a llenarse de agua. El intendente de Resistencia, que posee un máster internacional en detección de momentos ajenos de debilidad, no dejó pasar la ocasión y abrochó un mayor apoyo provincial para su gestión y el acceso de su esposa a la presidencia de la Legislatura a partir de diciembre en caso de una victoria en las generales, lo que finalmente sucedió.

Un año de pruebas

Capitanich, en pleno sindrome postraumático preprimaveral, convirtió además la lapicera en látigo para que los intendentes –a los que se sindicó como extremadamente pasivos, salvo excepciones, en la primera votación- rastrillaran sus jurisdicciones en busca de identificar y reprogramar a los indecisos y votantes del palo que no habían acudido a sufragar o lo habían hecho por otras fuerzas. La muchachada acató e hizo los deberes. Todo se decoró con un despliegue territorial descomunal de Jorge Milton (que casi quiebra el principio físico de que ningún objeto puede estar en dos lugares al mismo tiempo) y con una descarga inédita de recursos públicos en clave proselitista.

Mirando hacia el ’23, el gobernador optó por bañar de cemento su trato con Martínez, que está lleno de incógnitas, excepto –pero no tanto- para ellos dos. En el PJ la mayoría cree que el acuerdo pasa por cuidarse recíprocamente para que ambos puedan ir por la repetición de sus roles actuales: un cuarto mandato para Capitanich en la gobernación, el segundo para GM en la municipalidad. Pero en el coquismo se teme que el pacto termine desembocando en que su jefe deje en manos de Gustavo la misión de heredarlo como administrador de la provincia. Se calman pensando que suena a delirio. Se intranquilizan cuando recuerdan que apenas dos meses y medio atrás también lo parecía suponer que el gustavismo podía quedarse con la presidencia del Poder Legislativo.

Bajo el mismo techo

Más allá de cuál sea el destino del arreglo, este año será un banco de pruebas que les permitirá a las partes ver qué tanto funciona, sobre todo en cuanto a los niveles de lealtad. En este punto las mayores reservas se dan en las tropas de Capitanich. Desconfían por completo de Gustavo y los suyos. Además, las zancadillas y codazos mutuos de tantos años de convivencia tortuosa dejaron su huella. Nadie sabe claramente si el gobernador y el intendente se aprecian mucho, poco o nada, pero de lo que no hay dudas es de que hacia abajo de ellos todo es peor.

Por eso, para los leales a Capitanich la gestión de Cuesta en la Cámara de Diputados es una suerte de laboratorio que permitirá ver cuán viable es mantener bajo un mismo techo político a la familia recientemente ensamblada. La esposa de Martínez, quizá por eso mismo, repitió en los primeros días de su nuevo mandato una frase que dedicó especialmente a los dirigentes y militantes coquistas con los que le tocó dialogar para planificar la continuidad del funcionamiento parlamentario: "Yo vengo en son de paz". La escucharon varios integrantes de la estructura legislativa que habían tenido fuertes enfrentamientos con ella en su primer paso por la presidencia del poder. ¿Mutará el gustavismo hacia una versión más políticamente correcta y fiable de sí mismo,o se cumplirá una vez más la universalmente aleccionadora fábula de la rana y el escorpión?

Para los habitantes del Planeta Coqui, los meses que siguen servirán para saberlo. En muchos dirigentes el Plan B está escrito desde que Capitanich les notificó el acuerdo con Gustavo y dio la orden a los diputados propios de votar el ascenso de Cuesta al sillón que hasta allí era de Hugo Sager. Consiste en patear el arreglo si llegan a la conclusión de que su efecto central será abrirle el camino al intendente para que en la segunda mitad de 2023 se quede con todo.¿Exageran? Posiblemente. Ni en el peronismo ni en el radicalismo los cambios de liderazgos significaron jamás pases masivos a retiro. Pero siempre hay nuevos actores que ascienden y viejos que quedan relegados. Y como esto último le puede tocar a cualquiera, lo temen todos.

Por el lado de Martínez, la situación es más calma. La jugada que entronizó a Cuesta fue un gol mágico que su tribuna celebró con las gargantas inflamadas y llenó a todos de optimismo y de renovada admiración por la habilidad del 10. A diferencia de sus hermanastros, a ellos el acuerdo no les inspira desánimo, sino entusiasmo. Tanto que a veces olvidan que el problema de sus principales referentes vuelve a ser el voto independiente. Los intendentes enrolados en la agrupación de Gustavo perdieron en sus localidades en las PASO y en las generales, incluido él. La "remontada" de Resistencia fue apenas moderar en noviembre la paliza recibida en septiembre. Con el atenuante de que esta ciudad fue históricamente un territorio adverso para el justicialismo.

Sin embargo, las pulsaciones de las internas del gobierno y de la oposición no son lo único que habrá que monitorear este año. Ni siquiera es lo medular. También resta ver qué sucederá con la sociedad argentina y con la del Chaco en particular. La inflación de 2021 cerró por encima del 50%, se estima extraoficialmente (datos de Isepci Chaco para diciembre pasado) que una familia tipo necesita al menos 74.000 pesos cada mes para sus gastos más elementales, la mitad de loshabitantes es pobre, la ola de calor y la de covid desnudaron las pésimas gestiones de décadas para los temas de fondo en la provincia.

En pocos días comenzará la habitual pulseada entre el Poder Ejecutivo y los gremios docentes por el inicio de clases. Será un primer test importante. El sistema escolar público, aun deteriorado y degradado, sigue siendo una conmovedora fuente de esperanza colectiva.

Detrás de todo siguen estando las preguntas del comienzo, con sus inumerables formas. ¿Qué voto expresó lo que se vive en las calles, en los edificios, en los barrios, en los pueblos, en los campos? ¿Qué se espera, qué se sueña, en qué se cree aún, qué ilusiones se cayeron? ¿Qué alienta, qué frustra, de qué está hecho los que nos saca de la cama cada mañana? Las cosas simples que aquí cada vez cuesta más descifrar.

Por Sergio Schneider

Director periodístico.

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