Una incógnita llamada Rodolfo

Este exitoso y millonario constructor que, sin maquinarias y a punta de confrontación, chabacanería y desparpajo, se ha convertido en el gran enigma de esta campaña porque en pocos meses ha pasado de ser un palo electoral en Bucaramanga a registrar de segundo después de Gustavo Petro en las encuestas.

Un fenómeno parecido protagonizó hace siete años, cuando derrotó a la política tradicional en Bucaramanga. En ese entonces, decía que su carrera pública iniciaría y terminaría siendo alcalde de Bucaramanga, pero el poder le gustó y hoy comienza a ser visto como la principal amenaza de varias coaliciones.

Su reputación construída no tanto por su gestión de Alcalde –aunque buena– como por su carácter que oscila entre lo pintoresco y lo pendenciero, se ha convertido en un teflón lo suficientemente fuerte para resistir escándalos como cuando afirmó que era seguidor de Adolf Hitler (lo justificó como un lapsus) o cuando le pegó a un concejal.

La capacidad que ha demostrado para ver y hacer ver sus derrotas y escándalos como grandes hazañas él, Rodolfo Hernández la define de otra forma: que dice las cosas como son, que no se deja “encaramar”, que no es de “medias tintas”.

La herencia

Cuando Rodolfo Hernández le dijo a su mamá que quería ser Presidente, ella reaccionó igual que cuando le dijo que quería ser Alcalde.

“Dizque presidente...presidente de los piojos será”, dice la señora Cecilia Suárez, de 97 años. Al igual que su hijo y muchos santandereanos, habla manoteando, alzando los hombros y abriendo los ojos. En cada frase hay una palabra que pronuncia con un tono de voz más alto, acentuando su idea.

“Pero pa’ qué se va a meter en eso si tiene buena plata y vive bien, ¡no joda!”.

Rodolfo entró a la política siendo uno de los constructores de vivienda más importantes de Santander y con la vida económica resuelta varias décadas atrás.

Es el hermano mayor de Humberto, Alfonso y Gabriel. Nació el 26 de marzo de 1945 en Piedecuesta, municipio del área metropolitana de Bucaramanga, cuando era un pueblo pequeño y lejano, que vivía de producir panela y tabaco. Su papá, Luis Jesús Hernández, era el sastre del pueblo. Cecilia administraba la fábrica de tabaco Montecarlo, que le heredó en vida su mamá, Ana Dolores Suárez.

Rodolfo fue criado por “la abuela Lola”. De niño, pasaba las vacaciones en su casa en Bucaramanga. Cuando salían a caminar juntos, ella se detenía frente a la iglesia, y con el brazo extendido le señalaba la torre del campanario insistentemente, como mostrándole algo digno de admirar. “¿Por qué no se cae?”, le preguntaba. Él dice que esta pregunta y luego las construcciones de los edificios lo impulsaron a ser ingeniero civil.

A “la abuela Lola” le heredó los ojos azules y el ser metódico. Pero sobre todo, de ella aprendió el dicho que según él, lo hizo un constructor exitoso: “mijo, trabaje con los pobres y se hará rico”.