Las últimas joyas de Joaquín Hidalgo | Hoy

ESTRELLA DOMEQUE DÍAZ

Agosto, septiembre, octubre, noviembre y diciembre. Son las cinco hojas que a Joaquín Hidalgo le faltan por arrancar del calendario, esas hojas que desde hace unos años sus nietas aprovechan para dibujar mientras le hacen compañía en su taller de joyería en el que tantas horas ha pasado en soledad. Y es que, con la última página de este 2020 llegará su jubilación después de toda una vida dedicado a un gremio al que llegó por amor y del que se acabó enamorando. «Fue de casualidad, cuando me puse novio con la que hoy es mi mujer, Elvira. Su hermano era maestro joyero, muy bueno, y en aquellos tiempos me iba a su taller un ratito, otro ratito y otro...», así hasta que cayó rendido a la profesión que fue aprendiendo con su maestro, Quimet (Joaquín en catalán), al que muchos en Villanueva de la Serena recuerdan por su joyería de la calle Ramón y Cajal.

«Fui aprendiendo el oficio gracias a él, que me enseñó bien», recuerda sobre su formación entre 1976 y 1980, año en el que empezó ya a trabajar como empleado. Una década después, en el 90, decidió que había llegado el momento de volar solo. Así nació en la calle Carrera la Joyería Joaquín Hidalgo, que en unos meses echará el cierre definitivo. «Más de 40 años, toda una vida. Uno de mis máximos orgullos es el de jubilarme después de tantos años en mi gremio, algo que es muy complicado».

Ese era su máximo reto, llegar a la jubilación dando forma todavía a las últimas joyas bajo la luz cenital de su escritorio, ese espacio particular en el que ahora crea las alianzas de una pareja que se casa en octubre: «Muchas de las clientas, digo en femenino porque han sido la mayoría, las hemos visto crecer con regalos para su comunión y años después para su boda. Con una fidelidad que creo que hoy no existe».

Una fidelidad ligada a numerosas historias de vida, también anécdotas. Como aquel matrimonio que pensaba que aquellos relojes automáticos que funcionaban con el movimiento de la muñeca en realidad lo hacían con el pulso. «La señora decía que el reloj se atrasaba y que el marido la obligaba a tomarse una copa de coñac para que cogiera pulso», recuerda todavía entre risas, «historias de esas hay muchas».

Las últimas joyas de Joaquín Hidalgo | Hoy

Ahora quiere pasar más tiempo en familia./ E. Domeque

Con esa misma sonrisa continúa hablando de su clientela, para la que sólo tiene palabras de agradecimiento. «La lista de clientes y amigos de todos estos años sería infinita, gracias a ellos es por lo que hemos llegado a este momento y este final feliz», expresa Joaquín, que está viendo como muchos de ellos vienen estos días a comprar ese último detalle «que quieren tener de recuerdo de su paso por esta joyería».

Cierta desilusión

¿Te jubilas feliz? «Sí, sí, sí. Aunque con ganas porque ya no tienes la misma ilusión, ni la misma fuerza, pero feliz de llegar a buen puerto», responde. La alegría de los años vividos contrasta con los últimos coletazos de una profesión que conoció en su mejor momento, pero que ahora pasa por uno de los peores. «La joyería es una profesión muy bonita y el gremio muy propio para vivir de él», recuerda sobre el pasado, «pero llevamos unos años muy complicados, sobre todo con Internet, que se ha cepillado al pequeño comercio y las tiendas de los pueblos. No hay más que ver cómo está la calle Ramón y Cajal o la plaza de Maura, que hay más locales vacíos que ocupados. Es una pena, sobre todo para los que lo hemos conocido como era antes. Aunque son muchas las causas, no sólo Internet».

Entiende también que las tendencias son distintas, «antes se heredaban las joyas de madres a hijas y a nietas»; también han cambiado los materiales «que van hacia la plata o el acero, que esto es la antítesis de un joyero de los de antes»; y la edad de los clientes, «porque a la gente joven no se os ve por las joyerías, así que creo que el gremio está condenado». Pero la experiencia vivida deja también lugar a la autocrítica, «que algo mal habremos hecho también los comerciantes, no podemos echar la culpa sólo a los demás».

Su reto era llegar a jubilarse en el gremio./ E. D.

Entiende que deja un gremio tocado, pero no hundido, con la esperanza puesta en la nueva generación de joyeros más jóvenes. «Yo he estado siempre enamorado de mi profesión, de mis ratos en el taller, pero últimamente es poco el trabajo y casi te desilusionas», lamenta junto a una emotiva columna de recortes del Diario HOY que se observa nada más entrar al taller. Lo que empezó con una fotografía de Juan Carlos I y Adolfo Suárez, que ahora se ha convertido en un mural de recuerdos y de algunos amigos que ya no están.

Pero esa incipiente desilusión no empaña su larga travesía, «en la que ha habido de todo, pero lo importante es hallar la media después de crisis muy importantes y complicadas, también de tiempos muy buenos. A mí me quedan ya cinco o seis meses, soy un barquito que me lleva el agua y espero que me deje en una orilla tranquila».

Un barco que posiblemente se quede amarrado a su Villanueva natal, de la que apenas se movió para hacer la 'mili'. Ahora toca disfrutar de su familia y, sobre todo, de sus nietas que dibujan ya las últimas páginas de ese calendario en el taller antes de cerrar por última vez su persiana.

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