‘Raigambre’, un poemario que quiere salvar a Grajal

El palacio de los Condes de Grajal fue mandado construir por Hernando de Vega, un eclesiástico del siglo XVI, que delegó la dirección del proyecto en el arquitecto Lorenzo de Aldonza. Las obras comenzaron en el año 1517 hasta 1523.

El escritor Ruben Ruíz Fernández ha querido aportar su granito de arena para la reconstrucción del jardín renacentista del palacio y explica que,

«Este libro es una pequeña semilla literaria que intenta recuperar el jardín renacentista del Palacio de los Condes en Grajal de Campos como ejemplo real de lo que se puede hacer desde el interés», afirma el poeta, que cuenta que el proyecto consta de dos fases, la primera de 10.640 euros y la segunda de 21540 euros, actualmente, «Ya hay 3000 euros y en breve haré la primera aportación de 1000 euros»

Tal vez el deterioro es una de las consecuencias de la despoblación, ya que para él, este termino significa «abandono y éxodo de una parte de nosotros mismos por no poder aspirar a una vida en el lugar que nos vio nacer y en el que nuestros ancestros tuvieron su arraigo. Es una autentica barbarie que sus recuerdos o sus anhelos, se vayan sepultando en la misma tierra que pisaron en una agonía imparable.»

Ruiz es un hombre que abandera la palabra Raigambre porque, afirma, «no creo en el patriotismo actual». Asegura que se identifica con ese sentimiento de arraigo a la tierra sin violencia ni confrontación.

Ruben Ruíz Fernández, con su poemario. DL

‘Raigambre’, un poemario que quiere salvar a Grajal

Criado en un barrio humilde, cuenta que ha trabajado en el campo con personas de medio mundo, llevando camiones, carretillas, ha sido soldador, albañil, cristalero y ahora, ferroviario. Un aprendizaje que le ha permitido acercarse más a los pueblos que describe en su libro Raigambre, un poemario, donde comprender la historia de los comuneros a través de los versos. Derrota en Villalar es un ejemplo de ello y hace un paralelismo con León comparándolo con La amapola que murió, «ese verso se refiere directamente a las ciudades hermanadas que defendieron la justicia del común por encima de los intereses concretos de un proyecto imperial avalado por el futuro emperador Carlos V.» Además, «los señores de Grajal estuvieron muy ligados al emperador», asevera. «Espero que esas amapolas vuelvan a nacer pues son más necesarias que nunca», insiste el poeta, natural de Valladolid, pero con un cariño especial a León, recuerda sus primeras visitas a la localidad «y los baños en el río Cea, las bodegas horadadas en la tierra y las vendimias en la Ribera del Valderaduey». También, rememora el impacto visual de los pendones y los carros engalanados mientras las dulzainas y las flautas hacían llegar sonidos ancestrales a sus oídos. Y destaca «la belleza de Babia, la fuerza de Ponferrada y la luz de su catedral, las rondas por el barrio Húmedo y la plaza del Grano.» Aunque la poesía que más siente es la rebelión se propaga porque «transmite la necesidad de defender los derechos de todas las personas al margen de la época histórica que trata este libro»

El autor explica que la recuperación del palacio «es un ejemplo de resistencia de Grajal de Campos, que ha visto como su población ha disminuido un 80 por ciento» además agrega que, «varios pueblos de alrededor han desaparecido o están a punto de hacerlo.»

El poeta busca soluciones a ese mal moderno llamado España vaciada y con el que muchos jóvenes se ven obligados a emigrar de sus pueblos en busca de las oportunidades que no tienen en el mundo rural. Por ello, recalca «la necesidad de proyectos fundamentados en una economía circular colectiva que viva en armonía con el medio. Apoyo a la ganadería tradicional, fiscalidad favorable a las familias, transporte colectivo accesible, precios justos en la agricultura y políticas de verdad, no promesas.»

Por último, describe a la provincia como un lugar, rico en cultura donde «conviven en ella hasta tres idiomas. Una localidad llena de contrastes, con comarcas con personalidad muy definida, en las que a tiro de piedra podemos encontrarnos con las crestas de las montañas más escarpadas y a los llanos infinitos de los páramos. Es una autentica maravilla a todos los niveles y entre sus joyas desconocidas está Grajal de Campos».

El palacio se distingue por un estilo renacentista italiano visible en los cuatro torreones y el patio central del que está compuesto. El 3 de junio de 1931 fue declarado Monumento Nacional y en 1998, el pueblo de Grajal de Campos, adquirió el inmueble, en estado de deterioro, comprándolo a la familia propietaria por 6 pesetas.