Récord: la presión impositiva en Argentina hace que un auto triplique su valor

Cuando se habla de presión impositiva, el sector automotor grita presente. Sin dudas, la carga fiscal de los 0km está entre las más elevadas para bienes que se comercializan en el país. Un estudio realizado hace cinco años por la asociación que agrupa a las terminales locales (ADEFA) determinó que el 54% del valor de un vehículo corresponde a impuestos.

Sin embargo, este es un nivel base ya que toma como referencia un modelo estándar y no contempla otros tributos que se pagan como los Impuestos Internos, un recargo que se aplica a autos considerado de “lujo”. En general, salvo algunas excepciones, afecta a modelos importados.

En ese caso, un vehículo alcanzado por ese gravamen incrementa su precio, desde la llegada al país, por arriba de 120% y llega hasta triplicarlo.

Esto se debe a que impuesto tiene dos escalas tributarias. Desde el inicio de junio y hasta fin de agosto, la primera, rige a partir de $2.012.000 de precio mayorista (unos $2.900.000 al público) y castiga al 0km con una alícuota del 20%. Por la forma de imputarse el tributo, hace que su precio final suba 25%.

Un modelo que llega al puerto con un costo de $2.200.000 termina con un valor de venta de $4.800.000. En el medio, se le suma un arancel de importación de 35%, tasa de estadística de 3%, margen de comisión de entre 10% y 14% (que incluye pago de IVA, Ingresos Brutos o impuestos “al cheque”) , IVA de 21% y el recargo de 20% de Internos.

Si la empresa que importa los autos no tiene, según la AFIP, suficiente IVA a favor, tiene que pagar un IVA adicional del 20%. La decisión de cuándo es suficiente o no corre por cuenta de la discrecionalidad del ente recaudador.

Hay otra escala, a partir de $3.715.529, que abona un plus fiscal de 35%, que representa un incremento de aproximadamente 50% en el valor final. En estos casos, por cada dólar que cuesta uno de estos modelos al llegar al país, el comprador deberá pagar 3 dólares.

Para este caso más extremo, por ejemplo, un modelo con un valor FOB de U$S29.000 tiene el siguiente recargo para nacionalizarlo: U$S10.500 por derecho de importación, U$S900 por tasa de estadística, U$S8.694 por IVA, U$S8.200 por IVA adicional, U$S2.484 por Impuesto a las Ganancias, U$S28.900 por Impuestos Internos y U$S1.021 por Ingresos Brutos.

Esto hace un total de unos U$S60.800 que se suman a los U$S29.000. De esta manera, esa unidad tiene un valor base de 89.859, de los cuales el 68% son impuestos. De esta manera, un 0km puede llegar a triplicar su valor, desde la llegada al puerto, sólo por impuestos.

Si se toman los tributos que se suman en la cadena de comercialización, el Estado se está quedan con el 70% o más del valor de venta de esa unidad.

Sobre ese valor habría que agregarle un 15% del margen del distribuidor más otro 15% de la concesionaria, en épocas buenas. Es decir, el precio al público rondaría los U$S116.000. Pero esos márgenes no son rentabilidad. Sobre ese

porcentaje, ambos eslabones de la cadena, deben afrontar otros tributos nacionales, provinciales o municipales, como impuesto al cheque, Ingresos Brutos, tasas de higiene y demás que hace que unos 9 puntos de esos 15, tanto del distribuidor y la concesionaria, se vayan es esas obligaciones fiscales, lo que mantiene la relación de la carga impositiva en aproximadamente 70% del valor final del 0km.

El objetivo actual de los Impuestos Internos no está centrado en un fin recaudatorio. En realidad, lo que busca es desalentar la compra de los 0km más caros ya que implica para el Gobierno una fuerte salida de dólares, algo que en el país escasea.