Asia es la región más cara del mundo, sobre todo para las propiedades residenciales. Hong Kong, Tokio, Singapur, Shanghái y Taipéi se encuentran entre las diez ciudades del mundo con la vivienda más cara, en un grupo encabezado por Mónaco, y en el que también se encuentran urbes como Londres, Nueva York, Sidney y Los Ángeles. De hecho, el continente asiático alberga a las ciudades más caras del mundo: además de las cinco anteriores también se encuentra Bangkok, el lugar del mundo donde los zapatos de mujer y la moda masculina resultan ser prohibitivos. De igual forma, en cuanto a los coches de lujo, ocho de las diez ciudades más caras del índice se encuentran en Asia, a las anteriormente enumeradas se suman Yakarta, Manila y Bombay. Sin embargo, para los productos de menos envergadura, como una botella de whisky o de vino, Asia ofrece mejores precios. Estas conclusiones se extraen del primer estudio sobre riqueza global y estilo de vida, Global Wealth and Lifestyle Report 2020, elaborado por el banco suizo Julius Baer, con datos recopilados entre junio y septiembre de 2019.
En Asia se encuentran la ciudad más cara del mundo, Hong Kong, y la más barata dentro de un ranking de 28, Bombay. Hong Kong se sitúa por encima del percentil 90 a nivel global en propiedad, servicios de belleza, alta cocina y en vuelos en clase ejecutiva. En cuanto a honorarios de abogados resulta ser la más cara. Por su parte, Shanghái ocupa el segundo puesto en la región y a nivel global, aunque los precios de vivienda y los hoteles son más económicos que en Hong Kong, es un destino muy caro para productos como relojes y bolsos de mujer, y servicios como los honorarios jurídicos o la contratación de entrenador personal. Por el contrario, es la más barata en joyería. En el polo opuesto, Bombay ofrece precios excepcionales en casi todos los artículos y en determinados servicios, como la moda masculina, la contratación de un banquete de boda o de un preparador físico.
Las ciudades europeas son las más económicas, según el citado análisis. Las mejor valoradas para llevar una vida de acomodada son Barcelona y Fráncfort. El mercado de la propiedad de lujo de la Ciudad Condal sigue siendo relativamente económico en comparación con sus homólogas europeas, ya que se sitúa por detrás de Mónaco, que encabeza la lista, a la que siguen Londres, París, Zúrich, Viena, Moscú, Fráncfort y Milán. Por su parte, Fráncfort, la ciudad europea con la relojería más cara, es más competitiva en vinos y en el precio de las suites de hotel.
Por el contrario, Londres es la ciudad más costosa del continente europeo, sobre todo en el precio de los vuelos en clase superior, en las tarifas de determinados servicios, como la minuta de abogados o en cirugía óptica con láser. También es caro cenar en un restaurante gastronómico, comprar una vivienda, hacerse un traje o contratar a un preparador físico. La capital británica es la menos gravosa de las ciudades europeas analizadas en el estudio para comprar un coche, o también para adquirir un reloj o una botella de whisky. Zúrich ocupa la segunda posición en cuanto al elevado precio de sus servicios, sobre todo los relacionados con el bienestar personal, y de los sectores de hostelería y restauración. En cambio, en joyería y en relojería es la menos costosa.
América ocupa la segunda posición con las ciudades más caras del mundo, con Nueva York a la cabeza, mientras Vancouver presume de ser la ciudad más asequible de la región. En conjunto, este continente parece relativamente barato en comparación con Asia. Los altos precios del sector inmobiliario en América del Norte se compensan con los valores más bajos de América del Sur. De hecho, Norteamérica es especialmente cara por sus servicios, debido a los elevados costes de mano de obra, mientras que las elevadas tasas impositivas elevan los precios de los productos de lujo en América Latina.
En Sudamérica, las propiedades residenciales destacan por sus precios asequibles en Río de Janeiro y en Ciudad de México, lo que compensa los elevados precios de los bienes y servicios. Según el estudio de Julius Baer, las viviendas en la urbe brasileña y en la mexicana son el 7% y el 5%, respectivamente, con respecto a la ciudad más cara del índice. Los vehículos de lujo también son caros en ambos lugares, como también lo son el whisky, el vino de calidad, la joyería y los bolsos y zapatos femeninos. Sin embargo, otros artículos, como las suites de hotel o los banquetes de bodas, son los más económicos en estas dos urbes.
Porque celebrar un banquete de boda, así como comprar un inmueble, alojarse en la suite de un hotel, concederse un tratamiento de belleza, operarse de la vista, contratar a un abogado o a un entrenador personal es mucho más caro en Nueva York, donde lo más barato que se puede adquirir, entre los productos y servicios analizados, es un botella de vino, seguido de whisky o de unos zapatos de señora. Este se debe, afirman los expertos del gestor de patrimonios, a que los impuestos locales y a los cargos por determinados servicios, sobre todo en Estados Unidos, son gravosos para el consumidor. Miami, por ejemplo, es la más cara de todo el continente a la hora de adquirir un vuelo en clase ejecutiva, mientras que Los Ángeles lo es si se quiere disfrutar de una cena de alto copete. Y Ciudad de México es la más cara si lo que desea es comprar unos zapatos de mujer.
El informe hace especial hincapié en el tema del consumo consciente, o lo que es lo mismo, el menos es más, lo que favorece la generación de menos residuos y de más experiencias sobre los productos. La tendencia sostenible está calando, y figura en la agenda de gobiernos, reguladores y de bancos centrales. Y concluye que es menos probable que europeos y norteamericanos paguen más por productos producidos de forma responsable, dado que existe una regulación al respecto que ofrece garantías. Por tanto, destaca que son los consumidores de Asia y de América Latina los más propensos a elegir un producto por sus credenciales de sostenibilidad. “El consumidor consciente, que empezó con los millennials y que continúa con la generación Alfa, ha llegado para quedarse y hemos visto una rápida evolución de la actual oferta y de las grandes inversiones en innovación en todas las industrias como respuesta a esta creciente demanda”, señala Nicolas de Skowronski, responsable de soluciones de gestión de patrimonio de Julius Baer.